CONSEJOS DE UNA MADRE - Dueto América
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A
En las cantinas, serĂĄs el peor del mundo,
E7 A
decĂa una pobre madre, a su hijo mal viviente.
A
Aunque rodeado, te encuentres de placeres,
E7 A
el vino y las mujeres, serĂĄn para perderte.
A7 D A
No son sinceros, amigos de cantina,
E7 A
y amores que se venden, con el que va llegando.
A7 D A
Mientras que tienes, dinero tienes todo,
E7 A
después que ya no tienes, te van abandonando.
Intro
(mismos acordes)
El mal viviente, borracho y parrandero,
si no tiene dinero, no tiene una esperanza.
En vez de verlo, la gente con aprecio,
lo ven con un desprecio, y le tienen desconfianza.
Hijo querido, no quiero que te pierdas,
aĂșn te queda tiempo, para dejar los vicios.
El mal viviente, mal criado con su madre,
decĂa si dejo todo, pero palÂŽ dĂa del juicio.
Intro
(mismos acordes)
Pasaron meses, pasaron muchos años,
y aquella viejecita, lloraba a su hijo amado.
A veces preso, por pleitos de cantina,
a veces en la calle, lo hallaba bien tirado.
Fueron en vano, aquellos mil consejos,
que aquella buena madre, le dio toda la vida.
El mal viviente, borracho y parrandero,
curĂĄndose una cruda, muriĂł en una cantina.
A
En las cantinas, serĂĄs el peor del mundo,
E7 A
decĂa una pobre madre, a su hijo mal viviente.
A
Aunque rodeado, te encuentres de placeres,
E7 A
el vino y las mujeres, serĂĄn para perderte.
A7 D A
No son sinceros, amigos de cantina,
E7 A
y amores que se venden, con el que va llegando.
A7 D A
Mientras que tienes, dinero tienes todo,
E7 A
después que ya no tienes, te van abandonando.
Intro
(mismos acordes)
El mal viviente, borracho y parrandero,
si no tiene dinero, no tiene una esperanza.
En vez de verlo, la gente con aprecio,
lo ven con un desprecio, y le tienen desconfianza.
Hijo querido, no quiero que te pierdas,
aĂșn te queda tiempo, para dejar los vicios.
El mal viviente, mal criado con su madre,
decĂa si dejo todo, pero palÂŽ dĂa del juicio.
Intro
(mismos acordes)
Pasaron meses, pasaron muchos años,
y aquella viejecita, lloraba a su hijo amado.
A veces preso, por pleitos de cantina,
a veces en la calle, lo hallaba bien tirado.
Fueron en vano, aquellos mil consejos,
que aquella buena madre, le dio toda la vida.
El mal viviente, borracho y parrandero,
curĂĄndose una cruda, muriĂł en una cantina.
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